Catastro de Extranjeros, parte 1

Como les conté en el post pasado, hace unos meses estoy viviendo en el Gran Buenos Aires. Y como buena nueva inmigrante, en vez de conocer argentinos, he conocido extranjeros. Esto se vio facilitado por mi primer trabajo en el país: recepcionista nocturna de hostel. Quitando la no-simpatía de mis jefes y mi no-sueldo, la pega es un sueño: conocer mucha gente, practicar idiomas, ver bellísimos paisajes y que la gente te de chela gratis. Es real. Al recepcionista siempre le llega alcohol, viva la cooperación internacional.

Y bueno, dentro de los bellos paisajes que pude contemplar en mi corta estadía, hubieron algunos destacados:
– El gringo que parecía lindo, hasta que me di cuenta que estaba de patio: Una breve aproximación a la locura estadounidense. Paranoia, consumismo y autoreferencia al por mayor. Y, por qué no decirlo, un poquito de delirio también. Su existencia me pareció bella tan poco rato que casi no merece ser mencionada… pero bueh.

– El australiano hermoso, pero con las habilidades sociales de un dragón de komodo: Bello e inteligente, este ser misterioso llegó una noche al hostel, deleitándome con su aire de lobo estepario. Me senté junto a él, esperando compartir una cerveza, pero nunca me dio. De todas maneras me quedé ahí, y conversamos durante horas sobre la vida y la muerte… o no… más bien sobre el mundo de la academia y las diferencias socioculturales entre Chile y Argentina. Era un doctor en sociología, así que tocaba desplegar la experiencia de laboratorios y ñoñeses. Lamentablemente esto no fue suficiente. La inteligencia no parece ser sexy en estos días, por lo que igual que un bambi asustado, el australiano se fue a acostar solito y no intento conversar más. Chau, al cabo que ni quería.

– Vivre la France!!!: Ohmargot… hay seres bellos y este hombre. Entró a la recepción un domingo en la mañana y me enamoró en dos segundos. Mirada de niño, sonrisa fácil, pelo negro, rulos y barba… un hombre que parecía tener escrito VPA (aka: VENGA PA’ ACÁ) en la frente. Todo partió bien. Miradas iban y venían, risitas también. Conversamos durante horas esa noche, bastante cerca. El tipo era un mago, que parecía sacar maravillosas facetas, gustos e intereses como cartas debajo de la manga. Ay señor, hubieras sido tan generoso si me lo hubieras regalado para mi cumpleaños. Pero la estadía no fue lo suficientemente larga como para que algo resulte… o yo no fui lo suficientemente encantadora… o mi amiga italiana lo fue en demasía… qué se yho boludo. La cosa no fue, y ni con su facebook me quedé.

El catastro no termina queridos seguidores, pronto la segunda parte.

CHAI <3

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